La reacción más común ante la mención de adquirir un seguro de vida es de rechazo o de aplazamiento. Nadie siente que es hora de pensar en su propia mortalidad y es muy fácil encontrar una excusa para ni siquiera considerar tal situación: “No tengo planes de morirme todavía”, “soy joven y tengo buena salud”, “mi pareja podrá hacerse cargo de los chicos”, “mis padres pueden ayudar”, o una un poco cruel pero bastante común también, “nadie se va a hacer rico a cuenta mía, ni va a venir otra persona a disfrutar los beneficios de mi muerte”.
Cada una de estas razones son producto del desconocimiento de la verdadera razón del seguro de vida o del valor de éste.
Al contrario de la mayoría de los seguros que ayudan a su propietario a recuperarse de un evento que le afecte directamente su economía, el seguro de vida no es beneficio para el dueño del seguro, sino para sus seres queridos. Muchos expertos creen que si se les llamara con un nombre diferente, muchas personas los considerarían con mayor interés.
Sin importar cómo se desee llamar esta protección, el seguro de vida es simplemente eso, una protección económica para los seres queridos y debe considerarse prácticamente sólo cuando hay una necesidad de cuidar de la familia o de los compromisos que se han contraído.
El uso de un seguro de vida, es sustituir en el seno familiar, las facilidades económicas que usted aporta al hogar. Si dejaran de existir los aportes de ambos padres, los hijos quiénes serían los sobrevivientes, necesitarían suplir estas necesidades de algún modo. Es tan duro para una esposa tener que salir a trabajar porque su esposo fallece, como para un esposo que queda viudo tener que cuidar de los chicos y continuar su trabajo simultáneamente, por usar ejemplos de situaciones familiares estereotipadas.
Fuente: https://www.iii.org/es/article/quien-cuando-y-porque-debiera-tener-un-seguro-de-vida